Educación sentimental para la niña de tus ojos

Oliverio Girondo. Espantapajaros 4


Oliverio Girondo. Espantapajaros 4

Abandoné las carambolas por el calambur,
los madrigales por los mamboretás,
los entreveros por los entretelones,
los invertidos por los invertebrados.
Dejé la sociabilidad a causa de los sociólogos,
de los solistas, de los sodomitas, de los solitarios.
No quise saber nada con los prostáticos.
Preferí el sublimado a lo sublime.
Lo edificante a lo edificado.
Mi repulsión hacia los parentescos
me hizo eludir los padrinazgos, los padrenuestros.
Conjuré las conjuraciones más concomitantes
con las conjugaciones conyugales.
Fui célibe, con el mismo amor propio
con que hubiese sido paraguas.
A pesar de mis predilecciones,
tuve que distanciarme de los
contrabandistas y de los contrabajos;
pero intimé,
en cambio, con la flagelación, con los flamencos.

Lo irreductible me sedujo un instante.
Creí, con una buena fe de voluntario,
en la mineralogía y en los minotauros.
¿Por qué razón los mitos no repoblarían
la aridez de nuestras circunvoluciones?
Durante varios siglos, la felicidad,
la fecundidad, la filosofía, la fortuna
¿no se hospedaron en una piedra?

¡Mi ineptitud llegó a confundir
a un coronel con un termómetro!
Renuncié a las sociedades de beneficencia,
a los ejercicios respiratorios, a la franela.
Aprendí de memoria el horario de los trenes que no tomaría nunca.
Poco a poco me sedujeron el recato y el bacalao.
No consentí ninguna concomitancia con la concuspicencia,
con la constipación.
Fui metodista, malabarista, monogamista.
Amé las contradicciones, las contrariedades, los contrasentidos...
y caí en el gatismo, con una violencia de gatillo.


No hay comentarios :

Publicar un comentario

ir arriba